Y mirando los distintos paisajes de mi patria
comprendí que la belleza está en todas partes…
En los cerros y montañas, en riachos, lagunas, valles y quebradas.
En el que mira y en lo que es mirado,
en el desierto y en el río, en mares y lomadas,
en un bello rostro, en la mirada que te llega hasta el fondo de tu alma.
Y comprendí también que no importa
de dónde viene la fuerza del amor porque está en todas partes
Porque la energía que sostiene la manifestación del universo,
es sólo amor, no importa hacia donde dirijas tu mirada:
hacia los ojos del ser que amas, hacia tus padres o hijos, tus amigos,
hacia la bella tierra que nos regala
paisajes diferentes con cada mirada.
Y también hay energía de amor atrincherada, detenida o estancada
cada vez que la belleza no puede ser mostrada,
porque el dolor, la tristeza o el miedo enturbian la mirada
y entonces no se puede apreciar del mismo modo…
Pero Dios está sosteniéndolo todo: somos su energía.
Y al llevar la atención al corazón (bajándola de la mente que no para)
podemos percibir ese trasfondo, reconociendo la perfección en todo
reconocer la Vida tal cual es, soltar el pasado y el futuro
y centrarse en el eterno ahora que une los corazones
de quien puede amar y amarse tal como Dios lo hace a cada instante
en que el amor surge desde adentro
brotando cual agua clara de una fuente
que conecta con lo más sagrado transformándolo en palabras…