Voy dentro de mi... y me descubro... Abro los ojos y puedo centrarme en este momento, aquí y ahora, contigo, que compartes mis escritos: Te veo, te reconozco y te doy un lugar en mi corazón. Ahora sé que lo que veo en ti, también es mío (me guste o no...). Gracias por haber llegado aquí.
Todos somos hijos...
Todos somos hijos de la VIDA y esto nos hace hermanos en el Camino. Todos tenemos una madre y un padre, somos únicos, diferentes en nuestras individualidades e iguales en lo fundamental: somos seres humanos.
Para que lleguemos a estar en este mundo debieron suceder millares de sucesos: desde lo más cercano, nuestros padres debieron encontrarse y compartir aunque sólo sea ese acto de Amor que generó la concepción de ese hijo que somos, ni más ni menos que YO. No soy mi hermano mayor, ni el menor, ni tampoco soy como aquél bebé que no llegó a nacer. No soy otra combinación de genes, no tengo más que esta biología que es la verdad de quien soy. Y esto es también para cada uno de nuestros antepasados, padres, abuelos, bisabuelos... cada uno de ellos hizo su aporte único a lo que hoy somos.
A veces damos por hecho nuestra presencia en el mundo olvidando todo lo que tuvo que
suceder para ésto, otras veces nos quejamos de nuestra suerte, que si esto o aquello hubiera sido diferente... Tenemos TODO lo que necesitamos para hacer lo que vinimos a hacer, que de seguro no es poco!!! Encontrar cuál es nuestra Misión, nuestros dones y talentos, no es tan difícil si sabemos que los estamos buscando. Nos ponemos atentos a lo que nos da esa felicidad que expande el pecho, que abre nuestro corazón, lo que nos da una serena alegría, paz y regocijo...y seguro que no andamos muy lejos de encontrarnos en nuestra esencia más profunda, allí donde todavía una parte nuestra permanece adormecida.