Durante mucho tiempo yo pensé
que debía encontrar una palabra.
Que nada puede transformarse sin saberlo.
Que Dios estaba afuera de mi cuerpo,
que el amor se reinventa,
que el respeto que siento por la magia de la vida,
no podía ser otra cosa
que un invento…
Ahora sé y siento muchas cosas,
que ya no son muchas, sino una:
Que el universo surge de lo interno,
que en mi corazón está la clave
que me conecta con el eterno ahora.
Y ya sin tiempo,
sin pensamientos,
sin promesas,
las respuestas surgen desde adentro
como un manantial pletórico de anhelos
que no son de este mundo,
ni de otros,
que son sólo del Uno que me habita
y yo descanso en él como en un cuento,
que no tiene principio ni final,
sólo la imagen del Ser
nuestro Universo…