Somos perfectos, completos, con todos los atributos
que nos permiten ser felices y plenos, pero...
Hemos venido a esta vida a aprender lecciones,
nuestra Alma viene recorriendo sus caminos
y algunas veces olvidamos el Ser de Luz oculto
tras la materia del cuerpo.
Esa es la clave para poder avanzar en el Camino:
recordar el Espíritu que nos habita,
que somos parte del Espíritu que desea
tener una experiencia terrenal.
Tenemos emociones y pensamientos que nos pueden dar
la libertad y el goce plenos o esclavizarnos en el sufrimiento.
¿quien soy entonces que no recuerdo
cuándo me perdí en el laberinto de mis pensamientos?
¿quien soy que no recuerdo
cuándo mis emociones me atraparon
dejándome expuesta al incesante dolor del desconcierto?
Soy Uno con Dios,
y muy adentro,
en el corazón está la clave:
todo lo que no puedo,
lo decidí en algún momento.
Tal vez conscientemente,
tal vez, no.
Pero en el devenir de los momentos
pude haber hablado por demás,
no sabiendo
que mis palabras eran ley para mi Alma
y aunque después cambié de idea
lo que elegí quedó plasmado en mi energía,
y por arte de magia no termina,
sólo por un acto voluntario:
Yo tomo el poder sobre mi vida.
Aprendo lo que elegí como tarea
y luego, suprimo mis limitaciones:
las encuentro,
las deshago conscientemente
y puedo seguir mi Camino más liviana,
con el fluir de la vida
y con el viento
que sopla a mis espaldas,
construyendo.